miércoles, 27 de noviembre de 2013

¡Un tornado leonado!




¡Un tornado leonado!

Definitivamente, harto de oír al águila imperial y el aleteo de los buitres en el aguardo de pie de monte, decidí cambiar de estrategia. Elegí un lugar más abierto cercano a la dehesa de la raña, aunque aún a pie de monte. Esta vez fue un chaparro que, como el otro aguardo, también le hicimos de vegetación con una puerta de buen grosor. No era lo que se dice un casita en la montaña, ya que apenas cabían algo apretadas dos personas con un cuerpo de cámara cada una, pero era suficiente.
Recuerdo haber hablado con Juan Antonio Fernández, al que pregunté ¿qué le parecía el cambio de aguardo?, y de alguna forma asintió, dando a entender que podía ser más fácil que en el monte y entonces pensé que había elegido el lugar idóneo.
Pasaron algunas semanas… y otra vez al ataque.
Para dejar el todoterreno elegí una encina que estaba más o menos a un kilómetro del aguardo, pegada a una antigua tapia de argamasa con piedra. El recorrido se hacía en un terreno irregular con mucha piedra.
Era la primera vez que entraba, eran las 4:00 h de la noche, las troneras se habían quedado un poco pequeñas y tuve que hacer arreglos de última hora, alguna rama del chaparro molestaba y el suelo estaba demasiado irregular. Terminadas las obras comencé a preparar el equipo fotográfico y después a esperar. Hacia las 7:00 h escuché a los primeros  comensales, un fuerte aleteo detrás de mi y silencio. Buenas noticias, ¡se habían escuchado mis plegarias! y después de un rato, por fin empezaron a posarse en el suelo. Eran buitres leonados en su gran mayoría, algo tímidos y distantes, aunque parecía que venían con hambre pues tenían demasiados roces entre ellos. Continuas agresiones, uno daba dos pasos y otros lo adelantaban, y se picaban, la cosa pintaba muy bien. Pasados esos primeros 30 minutos, que si vas tú o yo primero, llegó uno y ya en la cabra comenzó a picar. En un momento sucedió algo increíble, parecía una carrera a ver quién llegaba el primero. Se pusieron a comer y en un instante no se veía la carroña, parecía un equipo de rugby, todos menos algún individuo miraban al suelo, amontonados unos encima de otros. 
¡Un verdadero espectáculo! 
Me sorprendió la pasividad de algunos buitre negros que, miraban como si la cosa no fuese con ellos, más tarde comprendí lo ocurrido.
La imagen que vemos en la cabecera corresponde a aquel día.

Nikon F3
Objetivo Nikon 500 f/4
Película de diapositiva Kodachrome 64  

jueves, 21 de noviembre de 2013

Los perros cimarrones de las rehalas



Los perros cimarrones de las rehalas

Otro día más y otra vez más los jabalíes, bueno eso parecían cuando los oímos a 30 m., pero esta vez eran perros cimarrones, de esos que se quedan en el monte después de las cacerías y llegan a formar manadas que son temibles. Tienen a su favor que conocen al hombre, sus costumbres, la forma de actuar, sus temores,… y de eso se valen los muy canallas. Estos grupos emplean la misma táctica que los lobos, se organizan y emplean cierta jerarquía, comandados por un macho o hembra dominante que conocen todas las triquiñuelas para sobrevivir entre el monte y el hombre...
En la turbiedad de la noche cerrada me dirigí de oídas al lugar, muy seguro de mi mismo como la noche de los jabalíes, con trípode en mano y a por ellos, pero pronto me di cuenta de que la empresa que acometía era suicida. No huían como los jabalíes, estos gruñían a mi alrededor y, lo peor, no se los veía. Retrocedí y corriendo, ¡al aguardo que me comen! Metimos la cosas rápidamente y cerramos la puerta. Comencé a sacar el equipo y a montarlo en el trípode, cuando de pronto, a un palmo de la puerta ¡otra vez los gruñidos!, eran varios individuos que estaban intentando entrar en el aguardo, rápidamente desmonté el equipo y con el trípode Gitzo en la mano, ¡qué herramienta! me dispuse a defender el chozo de tal osadía. No valían los conocidos sonidos de rechazo para corregir a un perro, no servía de nada, seguían asediando sin ningún complejo el chozo, hubo algún momento que llegué a temer lo peor, ¡al final se marcharon y nos dejaron en paz! Se habían llevado parte de la carroña , pero aún quedaba algo.
Después de amanecer comencé a instalar de nuevo el equipo en el trípode, pensaba según estaba montándolo que no iba a realizar ninguna foto y así ocurrió, pero ya que estaba allí no me quedaba otra que esperar.
Y esperamos, hasta que nos hartamos y nos fuimos.
Ese día se hicieron otro tipo de fotografías, a última hora de la tarde, con amenaza de tormenta entró un breve rayo de sol y pudimos realizar alguna imagen de paisaje, tal como la que vemos en la cabecera…

Nikon F3
Objetivo Zoom Nikkor 35-70 mm f/3,5
Película de diapositiva Kodachrome 64 

jueves, 14 de noviembre de 2013

La noche de los jabalíes



La noche de los jabalíes

La tarde anterior había dejado las ovejas atadas y clavadas a unas estacas de madera. Cuando llegué al Parque de noche, primero dejé el coche en el aparcamiento habitual, cogí los cachivaches y acarreé con ellos hacia el aguardo, a buen paso y cargado como un burro, tenía prisa por llegar. Aproximadamente a 50 metros, antes de llegar, comencé a oír gruñidos, pero continué mi camino hasta que comenzando a subir a pie de monte hacia el aguardo me percaté de la fiesta que habían montado los jabalíes. Me cabreé, dejé los trastos en el suelo y con el trípode Gitzo salí detrás de ellos entre jaras y matojos, ¡no sé cómo no me salté un ojo con las jaras! habían destrozado a las ovejas los muy ca… y tuve que recuperar algunas partes que estaban repartidas por el entorno, todo esto de noche y sin linterna, sólo con la luz de la luna. ¡El cabreo era monumental! ¡con lo felices que me las prometía!. Recuerdo que entré en calor rápidamente, incluso sudé a las 4:00 h de la madrugada.
Recogí lo que pude y lo puse a la distancia que supuestamente deberían estar, entré en el aguardo y a esperar. Después del sofoco vino bien una cabezadita recuperadora. Comenzó a  amanecer y otro contratiempo, el día estaba nublado, ¡que fastidio!, con lo que me gustan las fotos con esas primeras luces. 
Pensé, hoy lo llevas crudo, hoy ni rabilargos ni nada de nada. De pronto escuché un aleteo de un ave grande y me animé, era la primera vez que lo escuchaba tan cerca, a este le sucedieran algunos más, pero no los veía, se posaban detrás de la jara. Quietos, sin decir nada, fueron poco a poco saliendo de la vegetación, aunque muy tímidamente, y de pronto apareció un comensal que no contaba con él, el zorro. Comenzó a oler los restos que había repartidos por el entorno, y los buitres le siguieron buscando la carroña. No daba crédito al acontecimiento ¡por fin habían bajado los buitres y encima había un zorro!
Fueron las primeras imágenes que pude sacar en un corto periodo de tiempo, ya que el zorro se llevaba todo lo que podía y el resto de la carroña estaba dispersa por el matorral y apenas los veía. 
Es curioso, después de esperar tanto tiempo para sacar fotografías de buitre, cuando los tuve delante, elegí en la mayoría de las imágenes al zorro.
¡Me fui más contento que unas castañuelas!

Nikon F3
Objetivo Nikon 500 f/4
Película de diapositiva Kodachrome 64 


martes, 12 de noviembre de 2013

Esta vez fueron rabilargos



Esta vez fueron rabilargos

Un fin de semana más al acecho de los buitres, como otras veces se dispuso todo con la mayor minuciosidad posible. Se realizó el recorrido nocturno habitual y seguidamente al aguardo, a preparar las cámaras y teleobjetivos, y por supuesto a esperar si los señores quieren hacer acto de presencia.
Después de una cabezadita, comienza a  amanecer y entre dos luces ¡Sorpresa! se habían adelantado los comensales, puede que la misma tarde anterior, cuando se puso la oveja. Sólo quedaba el esqueleto con algo de carne, pero había que aguantar en el aguardo hasta la noche para salir sin que me vieran. Había que tomárselo con tranquilidad y ser optimista, ya que de alguna forma se había conseguido que bajasen a la carroña en ese lugar.
Fue saliendo el sol y empezaron a aparecer algunos cuervos (Corvus corax), urracas (Pica pica) y sobretodo rabilargos (Cyanopica cyana), era un trofeo menor, pero no dejaba de ser interesante. No separaba los ojos de ambas cámaras, el espectáculo prometía y la verdad, siempre tuve la esperanza de que algún buitre volvería a rematar la faena del día anterior, cosa que no ocurrió.
El número de rabilargos fue en aumento y se pudo sacar alguna imagen curiosa, tal como la que podemos observar hoy que, curiosamente fue seleccionada entre las finalistas, en la categoría de Comportamiento de aves, en el prestigioso concurso “Wildlife Photographer of the Year”  ¡Será que en aquella época se veían pocos rabilargos en el afamado concurso del Reino Unido!

Nikon F3
Objetivo Nikon 500 f/4
Película de diapositiva Kodachrome 64 

martes, 5 de noviembre de 2013

Objetivo buitre negro


Objetivo buitre negro

Cuando vas por primera vez a Cabañeros, lo que más llama la atención son unas aves de gran tamaño y formas diferentes que nos sobrevuelan una y otra vez, suelen ser buitres negros y leonados. Pues tanto me llamaron la atención que los convertí en un objetivo prioritario y casi obsesivo. No tenían costumbre de acudir a la carroña, allí se decía que comían en el monte, pues nunca se los había cebado. Por la cantidad que había en el cielo parecía una empresa fácil, pero estaba totalmente confundido, los buitres, según decían los cabreros me olían, y por eso no bajaban a la carroña. Fueron muchas noches y muchos días, algunos de 18 horas, pero sin éxito. Algo fallaba y decidimos hacer un aguardo, aprovechando una encina con muchos chupones a su alrededor en un claro a pie de monte. Limpiamos alrededor de la encina y rellenamos los claros con vegetación, en su mayor parte jara y brezo, vamos a la antigua usanza; robusto y sin fisuras. Ahora no podía fallar nada, estaba perfectamente camuflado, sólo había que esperar a que se acostumbrasen. Pasaron 15 días y se volvió a intentar, esta vez se ataron el día anterior las reses con pitas a unas estacas que se clavaron como se pudo al duro terreno (mucha piedra). Se salió a las 4:00 h de la pensión desde Horcajo de los Montes, por una carretera que era peor que un camino, con baches que hacían mella en la dura amortiguación del Nissan Patrol –6 cilindros– y con cuidado de no chocar con algún ciervo o jabalí. Se entraba por la cadena, todo esto de noche, atravesando varios caminos hasta llegar al aguardo, se dejaba el equipo y demás trastos y luego se llevaba el coche a 1 km aproximadamente. Se volvía andando, y después se preparaba el equipo, todo antes de que amaneciera. Al inicio la ilusión amortiguaba el frío, según se iba acercando la hora del amanecer el frío era intenso (mes de diciembre), comenzaba la incertidumbre y toda la atención estaba al otro lado de las troneras del aguardo, entonces se olvidaba el frío, era el momento clave del día, uno más de otros tantos que se salía del aguardo con alguna foto de rabilargo o de cuervo, pero de buitres nada de nada.
¡Otro fiasco!
La pregunta era, ¿En qué he fallado hoy?... no había respuesta. 
Aunque siempre se hacía alguna fotografía interesante, como la que vemos de cuervo buscando en la carroña.

Nikon F3
Objetivo Nikon 500 f/4
Película de diapositiva Kodachrome 64