Aunque han pasado más de
veinte años, aún recuerdo aquel día como si hubiese sucedido ayer. Era a primera
hora de la mañana, cuando algunos buitres negros comenzaron a posarse en el suelo, aunque
distantes y con mirada desconfiada. No pasaron muchos minutos cuando comencé a
oír al águila imperial, daba vueltas cerca de la carroña hasta que se posó en
una encina. Desde allí sin titubear se lanzó encima de la oveja (parecía que
tenía hambre) y comenzó a desgarrar las partes blandas. No habían pasado cinco
minutos y ya estaban a su lado dos buitres negros que, amenazantes reclamaban
su parte del botín. Uno de ellos lanzó su garra al águila, el tamaño parecía no
importar al joven águila que, enseguida se lanzó sobre ellos con mucha
autoridad y gran dosis de agresividad, desplazando momentáneamente a la pareja
de negros. Estos sin apartar la mirada de su objetivo, se acercaron de nuevo y
volvieron a agredir al joven águila, esta vez fue en equipo. Se resistió hasta
que terminaron echándole.
Magnífica experiencia,
aportando luz sobre los primeros años de vida de las águilas imperiales. Las
ovejas y en general los animales muertos en el campo, forman parte de su dieta
en los peores meses del año. Los conejos, alimento por excelencia de las
águilas imperiales, escasean en el período de más frío, por lo que no escatiman
en engullir lo que encuentran para sobrevivir al duro invierno.
En la imagen podemos observar al
joven águila imperial con una mirada agresiva y la tensión que imprime a sus
patas apretando con sus garras la presa. El erizamiento de las plumas del
cuello y cabeza, y la abertura de alas y cola aumentan su volumen, tratando de
intimidar al enorme buitre negro. Con esta estrategia trata de compensar la diferencia de
tamaño existente entre ambos.
Nikon F3
Objetivo Nikon 500 f/4
Película de diapositiva Fujichrome Velvia